Existe una gran articulación entre los despachantes de distintos lugares, y se trabaja con diversas aduanas del país. Si, por ejemplo, necesitamos operar en Paso de los Libres, Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, por citar algunos ejemplos, contamos con representantes locales. Hoy, gracias a la digitalización, podemos oficializar las operaciones desde Rosario, enviar la documentación por mail, imprimir, firmar y resolver todo a distancia. Eso facilita mucho el trabajo fuera de nuestro ámbito habitual.
Lo mismo sucede con importadores y exportadores de otras partes del país. Tenemos clientes de otras regiones que están operando por el puerto de Rosario, ya que en muchos casos resulta más económico que la carga llegue a Rosario en lugar de hacerlo a Buenos Aires, donde los fletes terrestres encarecen la operación. Aunque, claro, también tenemos ciertas limitaciones en cuanto a frecuencias logísticas, lo que a veces dificulta un poco las decisiones operativas.
¿Qué tan fuerte es el vínculo de los operadores de comercio exterior con Rosario y su zona de influencia?
Uno no está limitado exclusivamente a la aduana en la que suele operar. De todos modos, hay algo que no podemos dejar de reconocer: quienes trabajamos en comercio exterior en esta región tenemos el corazón puesto en Rosario. Siempre vamos a apostar y a luchar para que las operaciones se realicen desde acá.
Contamos con condiciones realmente favorables: tenemos puerto, aeropuerto, depósitos fiscales, corredor bioceánico; estamos estratégicamente ubicados. Todo eso nos da un enorme potencial para seguir creciendo como región.
¿Podría decirse que el sistema de comercio exterior está funcionando con normalidad o todavía hay trabas importantes?
Todo está funcionando correctamente dentro del contexto actual, aunque aún no podemos hablar de una reactivación plena. Faltan algunos pasos fundamentales, como el levantamiento total del cepo, la baja —o por qué no, la quita— de retenciones a las exportaciones y la baja de impuestos o de presión fiscal para que nuestra industria pueda ser más competitiva.
En cuanto a las operaciones en lo personal, noto que las exportaciones siguen muy retraídas en comparación con las importaciones. Hoy la expectativa está más puesta en lo que se puede importar. Después de tanto tiempo de restricciones —SIMI, SIRA, SEDI, y todas las trabas para importar—, el hecho de que ahora se hayan levantado muchas de ellas, y que en la mayoría de los casos se pueda pagar la mercadería al momento del embarque o luego de oficializada la destinación, genera un cambio importante.
En el caso del sector exportador, aún persisten problemas de competitividad. Los costos siguen siendo altísimos y eso le quita fuerza a quien quiere exportar. Además, hay que estar atentos al contexto global: recientemente habló Trump sobre los aranceles y habrá que ver cómo impactan sus políticas. No es lo mismo competir sin aranceles que con un mundo que vuelve a colocar barreras.
Tenemos un sector exportador con mucho potencial y muchas ganas de trabajar. Estamos en una zona industrial muy activa, pero para que eso se traduzca en resultados, necesitamos que todos los eslabones de la cadena estén conectados y empujen en la misma dirección.
¿Cuál es el potencial de Rosario? Enorme. Tenemos salida directa al exterior de carga en contenedores por el puerto de Rosario vía Brasil y Uruguay. Con Uruguay perdimos una frecuencia, el buque Argentina C, que antes iba a Montevideo, ahora hace solo cabotaje. Eso significa que la carga hace aduana en Rosario y va en tránsito hasta Buenos Aires, lo cual permite conectar en Buenos Aires con más buques y destinos.
¿Cuáles son hoy las principales zonas exportadoras en la provincia de Santa Fe y qué rol juega Rosario en ese esquema?
San Lorenzo es, sin dudas, un polo exportador clave para la provincia de Santa Fe. Y Rosario también juega un rol fundamental, especialmente en lo que respecta a cargas en contenedores. Después del puerto de Buenos Aires y Bahía Blanca, creo que Rosario está entre los puntos más importantes del país en materia de exportación.
Si bien muchas veces ponemos el foco en el puerto, lo cierto es que también tenemos un movimiento muy fuerte por vía terrestre. Desde esta zona salen camiones de manera permanente hacia Paraguay, Bolivia, Chile, Uruguay y Brasil. Las salidas son constantes y no todo pasa por el contenedor y el barco; el transporte terrestre también representa un volumen enorme.
Además, contamos con muchas plantas habilitadas para cargar mercadería directamente desde las instalaciones de los exportadores. Hay un número importante de empresas que operan así. Y no hay que olvidarse de los depósitos fiscales, que son una parte esencial del circuito. En Rosario contamos con varios depósitos fiscales trabajando en forma incansable para poder ofrecerle al comercio exterior de la zona el mejor servicio posible.
¿Cómo creés que van a impactar los 90 días de cierre de la pista del aeropuerto de Rosario en la operatoria de comercio exterior? ¿Qué alternativas se barajan?
Durante los 90 días en que la pista del aeropuerto de Rosario esté cerrada, vamos a tener que recurrir a soluciones como el envío de la carga en camión a Ezeiza desde el aeropuerto de Rosario. Es muy probable que sea necesario aumentar la frecuencia semanal para no perder las cargas por falta de frecuencias. No tiene sentido desviar cargas a otros lugares teniendo infraestructura acá.
Este aeropuerto se usa mucho para envíos aéreos pequeños, de hasta 80 kilos por bulto y no paletizados. Es clave para operaciones que requieren rapidez: si alguien paga un flete aéreo, es porque necesita que la mercadería llegue cuanto antes. Además, contamos en importación con un servicio llamado “continuidad de bodega”, que permite que la carga ingrese por Ezeiza y llegue por camión a Rosario para hacer aduana, como si la carga hubiera ingresado directamente por el aeropuerto de Rosario. Por todo lo explicado anteriormente, creo que con respecto a las cargas, el cierre de la pista no nos tendría que afectar o el impacto tendría que ser mínimo.
La obra de reparación de la pista es estratégica porque va a permitir recibir aviones más grandes, con cargas paletizadas y de mayor volumen. En este sentido, hay que destacar la gestión del gobernador Maximiliano Pullaro, que logró un acuerdo de financiamiento: la primera mitad la cubrirá la Provincia y la segunda, la Nación.
¿Qué falta para que Rosario sea plenamente aprovechada como puerta de salida del comercio exterior argentino?
En Santa Fe, todo cuesta un poco más. Por eso resalto la importancia del trabajo del Consejo Consultivo del ENAPRO, que reúne a todos los actores del comercio exterior de la zona. Necesitamos competir en igualdad de condiciones con Buenos Aires. Siendo un puerto del interior tenemos que ser competitivos en servicios y precios para captar la mayor cantidad de cargas posibles.
Tenemos una ubicación geográfica privilegiada y una oferta agroindustrial muy diversa. Las empresas están dispersas en todo el interior de la provincia de Santa Fe. Por eso cuesta entender cómo muchas siguen operando por Buenos Aires, teniendo acá infraestructura, logística y profesionales excelentes: despachantes, forwarders, cámaras, o directo con los organismos oficiales como por ejemplo: Aduana y SENASA. Desde Rosario, se puede resolver todo.
¿Qué obstáculos encuentran todavía para que más importadores y exportadores de la región elijan operar desde Rosario?
Muchas veces nos encontramos con varios obstáculos. Uno de ellos es que muchos forwarders son de Buenos Aires y tienden a centralizar las operaciones allá, sin tener en cuenta las ventajas que ofrece nuestra región. Viven allá, operan allá, y le ofrecen al cliente un servicio completo, incluso con despacho incluido.
Por eso, es fundamental que el cliente confíe en el profesional local. Yo siempre digo que uno tiene que consentir al cliente, ofrecerle un servicio de primer nivel y lograr que entienda que operar desde Rosario es eficiente y competitivo. Me ha pasado en varias oportunidades que una carga estuvo a punto de salir por Buenos Aires, pero fue el propio cliente el que dijo: ‘Salgo por Rosario o no salgo’. Ese compromiso es clave.
Claro que muchas veces hay diferencias en los costos. En Buenos Aires hay más frecuencias, tanto marítimas como aéreas, lo que puede hacer que el flete internacional sea más barato. Pero también hay otros costos —como traslados y logística interna— que terminan equiparando la cuenta. Cuando uno hace un estudio serio, la diferencia entre operar por Rosario o Buenos Aires no existe. Y operar por Rosario, además, significa estar al lado de la carga y con mayor control.
Todavía falta que el importador o exportador local valore más lo que tiene cerca, que exija trabajar con profesionales de la zona. Que diga: ‘Yo quiero usar mi forwarder y mi despachante’, tanto en importación como en exportación. Que defina condiciones claras: sobre todo el Incoterm, que no es un tema menor, ya que define las obligaciones de vendedores y compradores en una compraventa internacional, especificando quién asume los costos y riesgos del transporte y entrega de las mercaderías.
Nuestra función ha evolucionado muchísimo. Antes clasificábamos mercadería y hacíamos la declaración aduanera. Hoy seguimos clasificando y valorando, pero también buscamos mercados, tramitamos certificados de origen, gestionamos ante terceros organismos, coordinamos fletes y depósitos fiscales, organizamos la logística. Somos la cara visible del comercio exterior en todos lados.
Mencionás que el trabajo del despachante de aduana exige una lectura constante de las normas. ¿Es normal que haya tantos cambios en las regulaciones como ocurre en Argentina?
En Argentina venimos de un período de muchísimas restricciones. Y si la idea es volver a ser un país más previsible, esas trabas se tienen que ir levantando de a poco. Durante los últimos años, hubo un nivel de control tal que prácticamente no sabías con qué podías trabajar cada día.
Personalmente, hace dos o tres años, me levantaba a las seis de la mañana y lo primero que hacía era leer el Boletín Oficial. Lo hacía con nervios, directamente, pensando: “¿Con qué me voy a encontrar hoy? ¿Qué cosa no voy a poder hacer?”. Porque esa era la realidad: te despertabas sin saber si te iban a aprobar una importación, si ibas a poder ingresar un bien de capital, si un cliente iba a poder trabajar o no.
Hoy, con este proceso de desregulación que estamos viviendo, la situación es otra. Vamos en sentido inverso: antes se regulaba para restringir; ahora se busca liberar. Y eso se está notando. Por ejemplo, ya se eliminaron los llamados valores criterio, que eran muy molestos y no tenían sentido. Durante un tiempo, todos los días aparecía una normativa nueva; ahora no es tan frecuente, pero seguimos en un proceso de cambio constante.
Por eso digo que este trabajo requiere una lectura permanente. Tenés que estar actualizado todo el tiempo. El marco normativo cambia seguido, y si no estás al día, corrés el riesgo de cometer errores o perder oportunidades. No sé cómo será en otros países, pero en Argentina estar informado es parte esencial del oficio del despachante de aduana.
¿Qué medidas debería tomar el gobierno nacional para mejorar las condiciones de los exportadores en el contexto actual?
Creo que lo fundamental es ofrecer igualdad de oportunidades al productor, al industrial y al exportador. No se los puede seguir ahogando con carga tributaria y presión fiscal. Ese es uno de los principales puntos pendientes.
Está claro que no vamos a poder competir con los costos de producción chinos. Pero tampoco tenemos la misma calidad: la nuestra es mejor. Una prenda china, por ejemplo, puede costar menos, pero no dura. Nosotros ofrecemos otra calidad, y eso hay que valorarlo.
La realidad del exportador hoy no es buena. Está trabajando con una carga impositiva pesada, con problemas laborales —porque la situación todavía es muy compleja en ese aspecto—, con tarifas de servicios altos. Y todo esto sucede mientras se abren las importaciones. Está bien que se abra el comercio: no podemos vivir cerrados al mundo. Pero también hay que cuidar un poco el equilibrio. No se puede abrir sin acompañar a los que producen y exportan.
Además, hay un factor externo a considerar. No sabemos todavía cómo nos va a afectar el anuncio de Donald Trump sobre el aumento de aranceles. No es tanto lo que le exportamos directamente a Estados Unidos, sino cómo va a reaccionar el resto del mundo. En el Código Aduanero existe el principio de “reciprocidad de tratamiento”. Si un país impone restricciones, los demás pueden responder de igual manera. Eso puede desatar una cadena de medidas que nos impacte.
De todos modos, somos argentinos. Estamos acostumbrados a la adversidad y muchas veces, incluso, logramos dar vuelta las situaciones a nuestro favor. Pero este panorama todavía es muy incierto, y cuesta ver con claridad hacia dónde vamos.
¿Cómo está hoy el panorama con respecto a las importaciones? ¿Se están viendo mejoras o persisten las trabas?
Hoy se está importando mucho más de lo que se exporta. Y si bien todavía hay ciertos controles, lo cierto es que el sistema se fue acomodando y las operaciones de importación están fluyendo.
También fue clave el levantamiento de la SEDI, que, aunque se aprobaba rápidamente —al día siguiente de la presentación—, seguía siendo una traba burocrática más. Su eliminación facilitó las cosas para muchos operadores.