Dos semanas atrá,s la vida de los Bottoni cambió por completo. Matías, una promesa del nado de Rosario y el país, se accidentó en el Campeonato Nacional de Mayores, que se disputaba en el Parque Olímpico de Buenos Aires. Al ser una competencia de alto nivel sus padres, Luciano y Valeria, pudieron seguirlo por streaming, pero un pensamiento los invadió cuando en el repaso de los competidores la ausencia del joven de 17 años se hizo notar. En el precalentamiento antes de nadar por la medalla, Matías Bottoni había chocado con otro nadador y se llevó la peor parte: una lesión en la médula y daño en la quinta vértebra cervical.
Tras un comienzo de tratamiento tumultuoso, la obra social del Arte de Curar se hizo cargo del tratamiento de Matías. Sin embargo, los Bottoni aún deben enfrentar los gastos de traslado, alojamiento y, a partir de la llegada al Fleni, comida para toda la familia. Es otro de los problemas que suman mientras su hijo se recupera. Todo sin poder trabajar, ya que ambos odontólogos suprimieron sus agendas y dejaron de lado sus actividades para dedicarse exclusivamente a su hijo. “No podría seguir nadando con mi hijo como está. Si vuelvo, volvemos juntos. Pero él me dijo que me iba a hacer mal no ir a la pileta. Es increíble lo fuerte que es”, reveló Luciano, el papá de Matías, a La Capital.
El día del accidente: de Carcarañá a Buenos Aires
Eran alrededor de las 17 del sábado 10 de mayo. Los padres de Matías se comunicaron rápidamente con Gustavo D’Andrea, entrenador de Matías en el club Echesortu, que desde la ambulancia comentó la situación y les avisó a los padres el destino de su hijo: el hospital público Santojanni.
Luciano y Valeria se encontraban en Carcarañá, a casi 50 kilómetros de Rosario. Esa tarde habían acompañado a Juan Ignacio, su hijo más pequeño, al torneo en homenaje a Luciano Ricardo Alba Novaresio, padre de Luis, el periodista rosarino del canal América, en el club Cremería. La pileta era parte cotidiana de su vida. Era una jornada normal con el sol como protagonista. Matías había nadado por la mañana y en la última carrera, por la tarde, era favorito a colgarse una presea. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada y todo se nubló. “Me acerqué a la entrenadora de Juani, lo más calmo que pude y le dije que me iba a Rosario”, recordó Luciano Bottoni, papá de Matías, en La Capital.
Regresó a su casa en barrio Parque, preparó una mochila con elementos básicos: ropa interior, cepillo de dientes y cargador de celular. Primero pararon en una estación de servicio para cargar el tanque del auto y luego hacia la casa de uno de los abuelos de Matías para dejar a Juani, que con un llanto de incomprensión marcó el paso de los Bottoni previo al viaje a Buenos Aires.
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Valeria junto a sus hijos Matías y Juan Ignacio
Ya conociendo la gravedad a la que se enfrentaban, emprendieron camino hacia el hospital de Liniers para llegar cerca de las 22. Valeria ingresó a terapia intensiva con su hijo y Luciano, todavía sin comprender la situación, se encargó de buscar traslado junto a D’Andrea, sin suerte ya que la obra social no respondía ante los llamados por ser fin de semana. “Eran como las 2 de la mañana. Me quedé sentado en la puerta del hospital mirando un tacho de basura esperando que salga el sol para volver a intentar con las llamadas”, repasó Luciano, que dice acordarse perfectamente los últimos 15 días de su vida, que cambió para siempre.
El diagnóstico esa noche no era el mejor. Los médicos fueron directos y la esperanza de vida de Matías estaba comprometida, sin embargo superó la noche, fue operado el lunes a primera hora, luego de una colecta solidaria en tiempo récord, y a dos semanas del accidente ya comienza el proceso de rehabilitación en el instituto especializado en neurología. El joven entiende todo. Se pregunta, lamenta, alegra, ofusca y sorprende con lo que generó su accidente en la comunidad deportiva. La lesión no le permite mover su cuerpo desde el pecho hacia abajo, mientras persigue el sueño de ese 10% de probabilidades para que pueda salir caminando del Fleni.
El equipo de Matías
El día del accidente, Matías representaba al club Echesortu. Dentro del grupo que partió de la institución de San Nicolás al 1300 estaba Martina, la novia de Matías, que vio de cerca el momento del choque. Por cuestiones de organización volvió a Rosario esa tarde junto a sus compañeros, pero no tardó en regresar a Buenos Aires. El lunes siguiente ya estaba allí para ponerse a la par de Valeria y Luciano y acompañar a su pareja a sol y sombra.
Matías, 17 años, y Martina, de 18, se conocen desde hace varios años, pero a fines de 2024 se presentaron como novios. A pesar de estar en sus primeros meses de estudios universitarios, la joven no dudó ni un segundo en acompañar a Matías. “La Martu es impresionante. Es de fierro. No puedo creer la fuerza que tiene, lo levanta a Mati, lo anima, incluso más que nosotros”, dijo Luciano, al que le cuesta cortar los elogios para con su nuera.
En tanto, Valeria, la mamá de Matías, fue clave en el equipo que cuida al nadador rosarino. En los primeros días, compungido y rearmándose por la situación, Luciano se movía en medio de un infierno, mientras tanto Valeria se encargó de la comunicación y aportó la templanza en momentos donde no sobraba. Se aferró a la cama de su hijo y la mayoría de los días duerme junto a él. Habla con los médicos y animaba la sala, primero en UTI, luego en terapia intermedia. Se turna con Martina para estar a disposición de Matías. “No podría haber tenido una mejor mujer para mi vida”, reflexionó Luciano.
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Matías cuenta con el apoyo de sus padres Valeria y Luciano
Por su parte, Luciano es el encargado de la logística, burocracia y el que cada fin de semana viaja a Rosario para ver a Juani, el pequeño de 11 años que cuenta los días para reencontrarse con su madre y su hermano. Los primeros días no fueron fáciles. La angustia dominaba a Luciano y reconoce estar aprendiendo día a día cómo llevar la situación. “¿Cuánto más me va a mandar Dios?”, pensaba al quedar atrapado bajo el fuerte temporal que cayó sobre el norte de Buenos Aires y tardó siete horas en hacer un viaje de poco más de tres horas.
A dos semanas, su voz es entera, trasmite esperanza, seguridad y fortaleza para seguir el camino trazado en la recuperación: “Voy aprendiendo. Hay días que los ánimos están mejores y otros peores”.
El día de los Bottoni comienza a las 6.30. Luciano viaja al Instituto Fleni, mientras Valeria o Martina acompañan a Matías. En el nuevo espacio terapéutico tiene libertad de entrar y salir. El proceso de recuperación del nadador de Echesortu está en marcha. Los tres conformaron un trípode para sostener a Matías sobre una base de lo que ellos llaman “todo el equipo”, conformado por cada persona que acercó su saludo, cada institución que envió su apoyo y quienes siguen de cerca las noticias en torno a su recuperación.
Aunque se sientan los pasos firmes, en dos semanas el torbellino de sensaciones dominó a este triunviro cerca de Matías, que agita la cabeza, acomoda las ideas y vuelve a pararse firme frente al nadador. “Cuando sos papá, pasas a un segundo plano. No hay tiempo de caerse. Es todo para mi hijo. No hay posibilidades de no levantarse, de llorar”, afirmó Luciano.
La solidaridad y apoyo como motor
“Lo que se generó con la gente es increíble”, aseguró Luciano, aún sin poder salir del asombro de la repercusión que tuvo Matías y el amor que manifestaron. Cada mensaje, carta o presente que llega, ahora a la habitación del Fleni, es un empujón para Matías “que enfrenta el mayor desafío de su vida”.
Horas de nado solidario, venta de pizzas, una colecta récord para su operación que en 24 horas le permitió juntar el dinero, unas 8.000 mil grullas que llegaron este sábado y hasta una obra de teatro auspiciada por la Municipalidad, son algunas de las acciones que llenan el espíritu de los Bottoni.
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Matías recibió 8.000 grullas por una movida solidaria
Una de las visitas que conmovió y transmitió fortaleza a Matías fue la de la exnadadora Liliana Toledo, que se fracturó tres vértebras cervicales y tenían todos los pronósticos en su contra al quedar cuadripléjica, pero a la habitación entró caminando y con ella los récords en el deporte que logró luego de su accidente.
Matías se enfrenta a la carrera más desafiante de su vida, detrás de él se plantan Luciano, Valeria y Martina para no dar ni un paso atrás. Porque aunque sea un proceso largo y lento, sus manos se empeñan en no soltar la esperanza de ese 10%, "que es la luz al final del túnel", sostuvo Valeria a La Capital.